Cata de Marques de Riscal en el VI Encuentro Verema (I)
Arrancó fuerte el VI Encuentro Verema. Eran las 19:30 pasadas del viernes 26 de Enero y la primera sesión que teníamos era una espectacular presentación y cata de vinos de Marqués de Riscal.
Frente a los afortunados asistentes, una alineación de lujo. Para empezar, nada menos que Marqués de Riscal Gran Reserva de dos añadas que se suelen clasificar entre las mejores del pasado siglo: 1945 y 1964. Para continuar, el Barón de Chirel de 1994 y 1995. Y para cerrar la serie, un vino presentado en exclusiva: el Frank Gehry 2001, primera añada de esta cuvée homenaje al creador de la ciudad del vino.
La cata de los vinos fue magistralmente dirigida por Pedro Aznar, enólogo en Marqués de Riscal, y una inconmensurable Isabel Mijares, que nos hizo vibrar con su forma de entender el vino, sus conocimientos y su capacidad para transmitirlos. Una lección de humildad cómo reconoce que los conocimientos e ideas de los enólogos han de estar en constante revisión, porque se desconoce mucho más del vino que lo que de él sabemos todavía hoy.
Mi principal conclusión de la cata es el extraordinario valor y mérito que tiene Marqués de Riscal al mantener un estilo absolutamente identificable a la vez que ha sabido ir introduciendo nuevos vinos, como es el caso de Barón de Chirel. Habrá aficionados que apreciemos más uno u otro vino, pero el nexo estilístico de fondo que tienen es innegable. Incluso ese Frank Gehry, tan distinto, tenía el fondo inconfundible de Riscal.
Eso es para mí calidad en el arte, en cualquier disciplina. Expresar siendo único, inconfundible y con un carácter personal. Reconocer, sin haberla visto/oído antes, una obra escultórica, pictórica o una canción como creada por Calder, Kandinsky o Dylan, es mérito del artista, sólo al alcance de quienes han sabido crear su estilo, único e inconfundible. ¿Cuántas bodegas hoy por hoy pueden decir eso?
Marqués de Riscal Gran Reserva, Rioja, 1945
Color cereza con ribete cobrizo anaranjado, precioso y sorprendentemente cubierto para su edad. En nariz es de complejidad tal que los aromas se abrazan y son dificiles de desentrañar. Hay aromas trufados, de setas frescas, de polvo, minerales y monte bajo. Con el paso del tiempo evolucionan añadiendo nuevos aromas térreos, regaliz, brea.
Si la nariz es maravillosa, la entrada en boca sorprende por su brío y una acidez gloriosa. Los taninos están pulidos, como era de esperar, pero perfectamente presentes. Este vino no presenta ni el más mínimo atisbo de decrepitud. ¿Cuánto más puede vivir?
Final eterno. El gusto que queda en la boca es simplemente indescriptible.
Jamás hubiera imaginado un vino de esta edad con el color, la intensidad y la integridad que conserva éste. Un vino de 61 años que en absoluto aparenta. Y no, no me estoy dejando llevar por la pasión. Sin duda uno de los grandes vinos que he podido tomar hasta la fecha.
La composición del vino es 30% Tempranillo y 70% Cabernet Sauvignon. Por anotaciones de que dispone la bodega, este vino es posible que lleve incluso algo de Pinot Noir, uva que en su momento estaba plantada en el viñedo de Marqués de Riscal al igual que la Merlot (en ambos casos estas uvas ya no existen en sus viñedos). Probablemente pudiera llevar también alrededor de un 5% de uva blanca, algo habitual en Rioja hasta los años 70. Botella recorchada en 2004.
Esto no podía comenzar mejor. Os aseguro que no exagero si digo algo que oí comentar también a algún otro aficionado: el viaje mereció la pena sólo por probar este vino.
(Más vinos en la Parte II...)
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